Para pensar los resultados que nos deja la COP 28 en términos de financiamiento climático, podemos mirar lo que sucedió puertas adentro, en el marco de las negociaciones multilaterales formales de la CMNUCC, y lo que deja de las puertas para afuera, en iniciativas, acuerdos y anuncios tanto de países como de otros actores que estuvieron presentes en lo que fue la COP con mayor participación de la historia. Por Florencia Mitchell, actualmente forma parte del Consejo Federal de Inversiones (CFI) desde donde coordina programas de generación de capacidades en gestión ambiental y desarrollo sostenible.
Para evaluar los resultados de la COP 28 en términos de financiamiento, debemos considerar tanto lo ocurrido dentro de las negociaciones formales de la CMNUCC como las iniciativas, acuerdos y anuncios realizados fuera de estas. La COP 28, la más concurrida hasta la fecha, mostró avances significativos fuera de los espacios de negociación formal, subrayando las limitaciones de estos foros multilaterales para responder eficazmente a la urgente necesidad de aumentar la ambición climática.
De las puertas para adentro todas las discusiones se estancan en el mismo lugar: cómo se garantiza que esté disponible el financiamiento en la escala, calidad y tiempos necesarios, quiénes deben garantizarlos y qué destino deben tener.
A esto discusión que podríamos llamar “por la positiva” se le suma la contrapartida natural, a qué actividades y sectores se debería limitar el financiamiento y en qué medida, con las implicancias que eso tiene en por ejemplo los subsidios a la energía y la desinversión en actividades productivas intensivas en emisiones de gases de efecto invernadero.
Estas tensiones caracterizaron en particular las discusiones del primer Balance Global y del Marco para la Resiliencia Climática Global de la Meta Global de Adaptación, donde finalmente no se incluyeron nuevos compromisos de financiamiento ni se definieron metas e indicadores claros en esa materia.
Financiamiento climático alineado con el objetivo
Lo mismo sucedió en las incipientes negociaciones sobre la operacionalización del inciso c, del artículo 2.1 del Acuerdo de París, que establece que todos los flujos financieros deben alinearse con los objetivos del Acuerdo, donde no se lograron avances sustantivos.
Llegábamos además a la COP con evidencia de que el objetivo de movilizar colectivamente a partir de 2020 al menos 100 mil millones de dólares por año para la acción climática hacia países en desarrollo, no se cumplió.
Un objetivo que además de no cumplirse, sistemáticamente pierde valor en un contexto inflacionario global, y que no está definido en base a necesidades, por lo que de ninguna manera se acerca al billón de dólares anuales, un número más cercano a las necesidades reales.
Por si eso fuera poco, organizaciones como Oxfam incluso denuncian que los países desarrollados a la hora de reportar usan criterios “generosos”, que engrosan sus números, quitándole credibilidad a los procesos y a informes preliminares que auspiciaban que el objetivo podría haberse alcanzado en 2023.
Nueva meta de financiamiento climático colectivo global
En este contexto de poca credibilidad se están dando las negociaciones de la Nueva Meta de Financiamiento Colectivo Global, que en 2025 reemplazará a los 100 mil millones. No estaban previstos grandes avances para Dubai en cuanto a financiamiento, ya que según el programa de trabajo creado las propuestas se presentarán recién el año que viene.
Sin embargo, la ausencia de señales claras sobre cuál será esa meta y la forma que tomará empieza a inquietar a los países.
Los países en desarrollo volvieron a levantar su voz durante el 2023 en reclamo por el cumplimiento de la meta de financiamiento. Una diferencia significativa fue que se sumaron con más fuerza este año las voces de la sociedad civil e incluso la de los medios, que en general tenían la atención puesta en las brechas de compromisos de reducción de emisiones y no tanto en la de financiamiento.
Se va consolidando una nueva interpretación de la ambición climática, más integral, que contemple todos los pilares del Acuerdo de París.
Una gran noticia
En ese camino, la gran noticia fue la aprobación de las principales características y proceso de puesta en marcha del Fondo para Pérdidas y Daños. La decisión, aplaudida por estar tomándose a solo un año de la creación y porque vino acompañada de anuncios de aportes, se vió opacada por los montos de esas contribuciones: 661 millones de dólares.
Una cifra que, por ejemplo, sólo cubriría un 4% de las pérdidas sufridas por Argentina por la sequía. Quedan incluso todavía dudas de qué porcentaje de esos fondos anunciados son realmente adicionales a los ya comprometidos por los países para acción climática.
Las dificultades que tuvieron los otros fondos (Fondo Verde por el Clima y Fondo de Adaptación) para cumplir con sus objetivos de recapitalización es evidencia de que la torta no creció sustancialmente, se achicaron las porciones.
La junta directiva, constituida por 26 representantes de países tendrá que definir ahora un plan de fondeo, formas de operación y criterios de acceso. Estas definiciones van a ser muy importantes para Argentina, según qué indicadores se usen para la priorización del destino de los fondos. Los recursos a los que podamos acceder pueden terminar siendo muy pocos.
Los avances que generan más entusiasmo y expectativa en cuanto a financiamiento se dieron en las agendas paralelas de la COP. Durante las actividades propuestas por la presidencia, se contabilizaron anuncios de nuevo financiamiento por 85 mil millones de dólares, de los cuáles aproximadamente el 6% iría a los mecanismos formales de financiamiento de la CMNUCC.
Los números del financiamiento climático actual
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) anunció que alcanzará los USD 150 mil millones de financiamiento climático; el Banco Mundial, sumará USD 40 mil millones anuales a su cartera climática; CAF – Banco de Desarrollo de América Latina, anunció inversiones por 15 mil millones y el Banco de Desarrollo Islamico sumó mil millones más al igual que el Banco Africano de Desarrollo.
Lo llamativo de los anuncios fue que en muchos casos tienen destinos específicos, por región o por actividad. Se presentaron fondos con foco en África y el Amazonas, y fondos directamente asociados a algún sector, como por ejemplo conservación de la naturaleza, acceso a energía limpia, infraestructura verde, lucha contra enfermedades y producción sostenible de alimentos.
Entre éstos, no pasa desapercibido el lanzado en la Cumbre de Metano. Allí, Emiratos Árabes Unidos, China y Estados Unidos, las organizaciones filantrópicas y la industria comprometieron más de mil millones de dólares en donaciones para la reducción de las emisiones de este gas.
Su importancia radica en la importancia geopolítica de los países que la lideraron, que son a su vez los dos principales emisores de GEI globales. Esta Cumbre y los anuncios que incluyó, empieza a traducir además las iniciativas y declaraciones que se multiplicaron casi infinitamente durante los últimos años en financiamientos concretos.
También cobraron relevancia los anuncios y compromisos asumidos a través de mecanismos no tradicionales de financiamiento climático, y ahí es donde la comunidad internacional coincide en que radican las mayores posibilidades de escalar el impacto. 13 países firmaron la Declaración de Líderes sobre un Marco Global de Financiamiento Climático.
Fondos de inversión y el ‘greenwashing‘
Junto con las principales instituciones financieras, los países asumieron el compromiso de ofrecer cláusulas en sus préstamos que permiten pausar el servicio de la deuda para dar un respiro a los países afectados por catástrofes climáticas, y seguir trabajando en pos de utilizar los Derechos Especiales de Giro para multiplicar el capital disponible de los bancos de desarrollo.
Finalmente, siendo Dubai uno de los grandes centros de negocios del mundo la presidencia emiratí de la COP se había propuesto traer a la mesa a los grandes fondos privados.
Con la participación de pesos pesados de las finanzas como BlackRock, Brookfield y TPG, la creación de ALTÉRRA, un nuevo vehículo de inversión para el clima de USD 30 mil millones con objetivo movilizar 250 mil millones de capital institucional y privado al 2030, es un paso en ese sentido. ¿Será este fondo lo suficientemente transparente en el uso y destino de los fondos como para derribar las siempre presente y válidas sospechas de greenwashing que surgen cuando estos grandes grupos inversionistas se suman al juego?
Para concluir: ¿hubieron anuncios de financiamiento? SI. ¿Son esos anuncios suficientes? NO. ¿Implican esos fondos recursos nuevos, adicionales para los países en desarrollo? NO COMPLETAMENTE; ¿Van a llegar esos fondos a quienes más lo necesitan en tiempo y forma? ESTÁ POR VERSE. Lo que nos deja ante la pregunta existencial con la que nos enfrentamos todas las COP ‘s: ¿El vaso mitad vacío o mitad lleno?.
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