Un pequeño brote verde

Arquitectura bioclimática, comercio justo y lazos estrechos

– Laura Medina –

Despierto a Damla con un movimiento suave. Hace fresco. Nos quedamos dormidas bajo la hermosa sombra de la jacaranda del patio que invade la azotea de nuestra casa de una planta, bañándonos de tonalidades, mariposas, destellos de luz y sonidos de las aves del lugar. El centro histórico de Querétaro es una red natural biodiversa llena de fauna, flora y árboles cuyas ramas y raíces se entrelazan entre patio y patio de cada casa, cuyas buganvilias protegen las fachadas del calor y son el hogar de pequeños insectos. Me quedaría mirando, pero se nos hace tarde y mamá nos va a regañar. Tenemos que recoger los tomates del huerto para hacer la ensalada que nos encargó. Hoy es su cumpleaños y no podemos retrasarnos. Viene toda la familia y es su 70 aniversario.

Damla no entiende mi apuro y me llena de lametones, quiere jugar. Menos mal que el viento y el sonido de esos pájaros petirrojos nos despertaron. Mi ciudad mexicana cada día está más bonita. Miro a mi perrita y recuerdo cuando todavía no la tenía conmigo. Esos años eran de gran preocupación. Vivíamos en otro lugar, y tuvimos que emigrar porque ya no teníamos agua ni comida. Nuestros hogares estaban contaminados, la basura nos invadía y los peces estaban llenos de micro plásticos. Solo una pequeña parte de la población tenía alimento y apenas alcanzaba la comida para todos. No entendía porque existían las guerras y las fronteras, y tampoco entendía porque todos se peleaban por papeles que por lo visto tenían mucho valor. ¿Por qué las personas se enfermaban continuamente en sus casas y estaban tan apagadas? 

El ladrido de Damla me trae de nuevo al presente y apuro el paso. Bajamos las escaleras, y entramos en la casa a través del patio, encargado de regular la temperatura interior de las estancias y de aportar iluminación y ventilación natural, privacidad, silencio y paz en nuestro hogar. 

Cuando llegamos todavía permanecían algunos muros de concreto derruido y frío abrazando la soledad del interior. No fue un águila que se posó en un nopal, sino un pequeño brote verde en medio de tanta ceniza lo que me hizo valorar que este lugar era mágico. Sabía que había esperanza y que lo íbamos a lograr reconstruir de forma sostenible. Ese brote es la jacaranda que ahora me llena de flores. Construimos la casa con mi papá, que era permacultor y bioconstructor. Gracias a su pasión yo quise estudiar arquitectura. Juntos pudimos diseñar una arquitectura vernácula con muros de tierra compactada que nos regulan la temperatura, una estructura de madera de productores locales y sostenibles, y acabados naturales que nos permiten respirar un aire limpio y sano. ¡No nos hemos vuelto a enfermar! 

La casa consta de varias recámaras y áreas comunes orientadas para no tener frío ni calor en ninguna época del año. Nuestra energía viene de paneles solares, el agua que consumimos la almacenamos de la lluvia, y todo el agua que usamos la tratamos y la volvemos a reutilizar en nuestras plantas, cerrando el ciclo.

En la cocina el aire tiene el olor de una sopa recién hecha. Damla ya la había localizado con su olfato y estuvo a punto de comérsela. ¡Menos mal que le quité la garra a tiempo!. Es mi sopa favorita, receta de mi abuela, y secreto de mis antepasados. Todavía humea y se nota que los fogones están recién apagados. ¿Dónde habrían ido mis papás? 

Dejo las frutas y verduras en la alacena y abro las persianas de las ventanas para que se caliente el interior de la sala. Intrigada, llamo a Damla y salimos a la calle buscando entre las bicicletas y personas caminando, intentando localizar a mis padres. No les veo, pero mis ojos se van directo a los flanes caseros de Lupita, que está vendiendo en ese momento. No puedo evitar la tentación y camino hasta su puestito. 

Ya no existen los centros comerciales ni los monopolios de empresas, las ciudades ahora cuentan con una red de oficinas colaborativas de las diferentes profesiones y de mercados comunitarios con productores locales y una temática diferente: mercados textiles, de alimentos, o de homeopatía entre otros. Me encanta poder encontrarme a todos mis vecinos y poder ver a todos colaborando, intercambiando sus productos. Red de mercados comunitarios, red de lugares de trabajo, red social de cultura y patrimonio, red de parques, un urbanismo interconectado y pensado para el peatón y el transporte sostenible. 

Aprovecho para llevar también a mi madre un bote de miel de Itzel, la vecina de la calle 5 de mayo; el perfume de lavanda de Rosita de la sierra, y mole de la familia oaxaqueña; el más rico que he probado. Compro también dulces árabes de Kareem, y Matoke, y una comida típica yucateca hecha por el hombre más guapo y chef más prestigioso de toda la comunidad, Ikal. Siempre me sonrojo cuando me mira… Tal vez podría haber traído mis tomates para intercambiar algunos con él y poder profundizar más en la conversación. Vuelvo bordeando el río de aguas cristalinas, lleno de garzas y patos en sus orillas y algunos señores leyendo. Me distraigo un segundo y Damla ya tiene un pez en la boca ¡Qué vergüenza! Le hago un gesto y lo suelta. Menos mal que nadie nos vio. Aquí se respetan a todas las especies, hemos luchado mucho por recuperar la biodiversidad en la ciudad. 

La perra ladra. ¡Calcula el tiempo mejor que yo! Es hora de ir a casa antes de que lleguen los invitados y también mis padres. Ya mañana vendré otra vez de compras con las amigas a intercambiar algunas prendas que ya no uso. ¡Día de chicas y chocolate caliente! Me encantan los olores, texturas y colores de las telas sostenibles que encuentro en las tiendas. Y pensar que hace unos años, la industria textil era un gran problema…Gracias a la producción local, muchos saberes se recuperaron. Veré que se me antoja mañana. 

Ahora toca disfrutar de mi familia, de la cual estoy tan orgullosa. ¡Han trabajado tanto para poder brindarnos este mundo, que ya no tengo que soñarlo! Mañana pensaré en mis vacaciones, ya puedo visitar cualquier lugar del mundo, por fin logramos ser un mundo sin fronteras, una comunidad unida, igualitaria, sostenible, alegre, sana, equitativa, tolerante, respetuosa y regenerativa. Lo logramos.

Laura Medina

Arquitecta y directora de EKOA, empresa especializada en arquitectura bioclimática. Estudió en la ETSAM (Madrid) y en Darmstadt (Alemania). Actualmente cursa un máster en arquitectura bioclimática y simulaciones energéticas en la Universidad de Barcelona, además de formarse como Gestora Energética. Completó un diplomado en simulación energética en la Universidad Autónoma de Chihuahua e ISAD, con enfoque en optimización genética, HVAC detallado y CFD. Es experta en el uso de DesignBuilder.

📩 ¿Querés recibir 1 relato por semana?
Suscribite 👉

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *