Escrita por: Cruz Ruax
Son las nueve de la mañana y suena el despertador. Es martes primero de febrero y mañana será el día mundial de los humedales. Me despierto lo más silencioso que puedo para no atentar contra el sueño de nadie más en la casa.
Camino a paso liviano hacia la cocina para prepararme un café. En el medio del camino, Pimienta, una gatita demasiado dulce y atrevida, cobra peaje pidiendo algunos mimos en la espalda a contrapelo.
Bostezo mientras pago el precio y sigo camino hacia el café. El procedimiento para prepararlo lo conoces y yo también y es por eso que uso esos pequeños momentos del día para funcionar en modo automático y atender ideas que se me cruzan por la mente, como traídas por el viento.
– ¿Qué pasa en Argentina que no tenemos ley de humedales? pienso.
Mientras busco el filtro de tela para el café recuerdo que la necesidad de un proyecto de ley de humedales es debatida en nuestro país desde hace más de diez años y que el dato más llamativo es que año tras año toma más notoriedad y espacio en la agenda de los medios de comunicación masiva y por supuesto en los emergentes y comunitarios.
Detengo mi acción e intento imaginar cuál será la reacción de las personas que miran por televisión las imágenes de los incendios en nuestros humedales. Indignación, tristeza, dolor, bronca.
Abro las puertitas del mueble de la cocina, parece que no tengo suerte, un día más que no aparece mi taza favorita. Recuerdo que hay una fórmula que se repite año tras año en dónde la actividad agrícola ganadera tiene la brillante idea de quemar el suelo para lograr un rebrote con el fin de alimentar al ganado o como mecanismo de desmonte.
El fuego crece arrasando con todo lo que tiene a su paso, animales, plantas y en algunos casos comunidades incluidas y luego el viento conduce el humo del fuego a las grandes ciudades como para terminar de dibujar un escena digna de una película de terror.
Madres y padres abrazando a sus hijos colocando un trapo húmedo en su boca y nariz mientras intentan cerrar las ventanas y puertas lo mejor posible para impedir que el humo avance puertas adentro.
Las guardias de las salitas y de los hospitales llenas de vecinos con dificultades para respirar y podría seguir dibujando la escena pero decido abrir la canilla para llenar de agua la máquina de café.
Levanto la tapa, vierto el líquido y mientras cae con fuerza sobre el recipiente pienso que Argentina tiene el 50% del territorio afectado por sequías.
Ser periodista tiene ese costo, los datos duros caen a cuenta gota por las filtraciones de la mente. El fenómeno de la niña y las bajas precipitaciones hacen que el país registre un “evento con impacto sin precedentes”. Cae otra gota “El proceso de deforestación va determinando la aparición de zonas desertizadas que difícilmente se puedan volver a recuperar cuando se pasó el umbral de la capacidad de resiliencia” indica a un medio web Daniel Verzeñassi, presidente del Foro Ecologista de Paraná. La represa de contención se rompe por completo, un alud de datos apabullante arroya con mi tranquilidad mañanera:
- “Estamos viviendo desde hace tres años una extraordinaria bajante de los ríos”
- “ Tierra del Fuego, Santa Fe y Corrientes atraviesan incendios”
- “Las provincias cordilleranas declaran hace más de 10 años emergencia hídrica”
- “Nuevos emprendimientos inmobiliarios en zona de humedales”
Pimienta pega un salto sobre el mueble dónde está apoyada la cafetera y se friega contra mi pecho, salgo del mal viaje. La maquina empieza a hacer ese ruido incomodo de que se está quedando sin agua…
Me dirijo rápido hacia mi estudio y busco entre mis apuntes las anotaciones sobre los valiosos servicios ecosistémicos que caracterizan a los humedales:
- Ofician como sumideros de carbono. Lo absorben y almacenan.
- Amortiguan las inundaciones, reponen las aguas subterráneas, estabilizan las costas.
- Nos protegen de las tormentas, depuran las aguas y proveen de hábitats a la biodiversidad.
- Representan el 21% del territorio argentino
El ruido vuelve a llamar mi atención, la cafetera escupe la última burbuja de aire, se quedó sin agua. Mientras tanto en el Congreso de la Nación Argentina, la Ley de Humedales espera empolvada en un cajón para ser tratada en el recinto.