El estado alarmante de la biodiversidad en nuestro planeta se refleja en cifras inquietantes. Según el Informe Planeta Vivo 2022, entre el año 1970 y el 2018, se registró un descenso medio del 69% en la abundancia poblacional relativa de especies animales de todo el planeta. Por Paz González, Licenciada en Ciencias Ambientales y cuenta con más de 20 años de experiencia en cambio climático. Ha trabajado con gobiernos nacionales y subnacionales, organismos internacionales como el Banco Mundial, BID y Organismos de Naciones Unidas.
El preocupante estado de la biodiversidad global se manifiesta en datos alarmantes. De acuerdo con el Informe Planeta Vivo 2022, entre 1970 y 2018, la abundancia relativa de poblaciones de especies animales en todo el mundo disminuyó en promedio un 69%
En América Latina, esta reducción alcanza un impactante 94%. Estos números no solo evidencian la crisis ambiental, sino que también revelan la pérdida de ecosistemas vitales y los servicios fundamentales que la naturaleza brinda a la humanidad.
La provisión de alimentos y medicamentos naturales, la regulación climática, la generación de agua dulce y la producción de oxígeno son solo algunas de las funciones esenciales que la biodiversidad sustenta para nuestro bienestar.
Esta problemática se agrava con la crisis climática, que nos enfrenta a situaciones sin precedentes y amenaza la estabilidad de nuestro planeta. Solamente por dar un ejemplo, en el mismo momento en que estoy escribiendo, Río de Janeiro está transitando días con temperaturas de hasta 62°C de sensación térmica y hace solo una semana el Área Metropolitana de Buenos Aires fue víctima de una tormenta que dejó 2 muertos.
Desafíos globales
Para hacer frente a estos desafíos globales, existen dos convenciones internacionales cruciales: la Convención sobre la Diversidad Biológica (CDB) y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Ambas surgieron como resultado de la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro y ambas buscan, de distintas maneras, garantizar la sostenibilidad y resiliencia de los ecosistemas y reconocen que conservar la diversidad biológica es clave para mitigar y adaptarnos al cambio climático.
A partir de 1992, ambas agendas maduraron de manera independiente, lo cual permitió que creciera la evidencia científica y avanzaran los acuerdos políticos para cada temática.
Pero, 32 años después de ese hito histórico, encontramos distintos puntos en común que hacen indispensable promover el trabajo conjunto y la sinergia entre ambos procesos. Por ejemplo, el objetivo de conservación del 30% de la biodiversidad para 2030, propuesto en el Marco Global de la Biodiversidad de la CDB, se alinea con la ambición de lograr la neutralidad de carbono para 2050, según el Acuerdo de París bajo la CMNUCC.
Además, la naturaleza juega un papel fundamental en la aspiración de mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 1.5°C, recomendada por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
Con la próxima reunión de la CDB programada entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre de 2024 en Colombia, y la COP30 de cambio climático en Brasil en 2025, América Latina y el Caribe tienen una oportunidad única para impulsar el diálogo entre estas dos agendas y generar beneficios a nivel global.
Mejorando el diálogo entre las COP’s: diálogo y cooperación
En la reciente COP28 de Cambio Climático, se evidenciaron puntos en común entre ambas agendas. Por ejemplo, la decisión del Global Stocktake, reconoce el papel de la naturaleza en la consecución del acuerdo de París; el llamamiento a detener la deforestación para 2030; y la importancia de alinear las actividades con el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal.
Otros ejemplos claros surgen al leer el informe “Achievements at COP28” donde se menciona la adhesión de múltiples actores a diferentes iniciativas que promueven la acción climática Naturaleza Positiva en múltiples sectores, como así también, el reconocimiento del rol fundamental que tienen las comunidades locales, y los pueblos indígenas debido a la importancia de sus conocimientos y culturas (actores relevantes para la implementación de soluciones basadas en la naturaleza)
La opinión de Manuel Pulgar Vidal
Para profundizar en la articulación entre estas dos convenciones, conversé con Manuel Pulgar Vidal, ex Ministro de Ambiente de Perú, presidente de la COP20 y actual Líder de la Práctica Global de Clima y Energía de WWF.
Pulgar Vidal menciona que “el diálogo entre clima y naturaleza es un diálogo reciente, joven, y que para potenciarlo se vuelve fundamental propiciar y apoyar espacios y mecanismos de coordinación efectivos entre las partes interesadas, incluyendo gobiernos, organizaciones no gubernamentales, el sector privado y la sociedad civil.
Además, es fundamental promover la integración de enfoques basados en la naturaleza en las políticas y estrategias relacionadas con el cambio climático y la biodiversidad, para lo cual, una gran oportunidad es que los países incorporen esta mirada en sus actualizaciones de las NDCs, las cuales deben ser presentadas en 2025”
Pulgar Vidal resalta que “Europa es una región pionera respecto a las políticas de conservación de la naturaleza, un ejemplo de esto ha sido el Pacto Verde Europeo y el Pacto Climático de Europa, dos iniciativas que impulsan las políticas y acciones a largo plazo en todo el continente.
Pero nuestra región, América Latina y el Caribe, también tienen mucho para ofrecer en este diálogo global, especialmente en lo que respecta a las soluciones basadas en la naturaleza”.
De lo Local a lo Global
Para abordar eficazmente las problemáticas relacionadas con la biodiversidad y el cambio climático en espacios de gobernanza global, como son las convenciones de naciones unidas, es crucial asegurar la participación activa de las voces locales del Sur Global en los espacios de toma de decisiones, especialmente de jóvenes, mujeres, pueblos indígenas y otros grupos históricamente subrepresentados.
Este enfoque inclusivo y diverso garantiza una representación equitativa y una amplia gama de perspectivas, lo que enriquece el diálogo y promueve soluciones más integrales y justas.
Esto quedó en evidencia durante el evento “Justicia Climática y Toma de Decisiones Democrática en la COP28”, un encuentro que organizamos desde la Alianza Voces para la Acción Climática Justa en el cual conversamos sobre la importancia de reconocer que aún es necesario fortalecer la participación efectiva de las voces locales del sur global.
Esta falta de inclusión se evidencia en diversos aspectos, como que el 73% de todas las organizaciones admitidas como observadoras en la UNFCCC provienen de países industrializados. Además, las barreras relacionadas con el idioma, la financiación, el apoyo y la acreditación dificultan aún más la participación significativa y equitativa de estos actores locales en las decisiones cruciales sobre el clima y la biodiversidad.
La diversidad de voces y experiencias es un activo invaluable para encontrar soluciones inclusivas y sostenibles que aborden los desafíos ambientales de manera integral y justa.
Apoyo de actores no estatales y el rol de América Latina y el Caribe (LAC) hacia la COP30
En conclusión, el diálogo y la colaboración entre la Convención sobre la Diversidad Biológica y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático son fundamentales para abordar los desafíos interrelacionados de conservación de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático.
La COP30 representa una oportunidad significativa para avanzar en la agenda de la naturaleza, especialmente en América Latina, ya que la región tiene una voz fuerte y una valiosa experiencia que mostrar.
Es crucial que aprovechemos esta oportunidad no sólo para Brasil y no sólo para ALC, sino también para impulsar esta agenda a nivel mundial. Para lograr un impacto sustancial debemos apoyar las condiciones propicias ahora y garantizar la continuidad hasta 2030 y más allá. Esto implica crear impulso, forjar alianzas y participar activamente en foros y procesos clave.
Sobre esto también conversé con Andres Mogro, gerente del programa de Resiliencia y transición Climática de Fundación Avina, quien resaltó que “los actores no estatales desempeñan un papel crucial en el impulso del diálogo entre las agendas de biodiversidad y cambio climático.
Las organizaciones no gubernamentales, el sector privado y la sociedad civil pueden apoyar este diálogo mediante la promoción de prácticas sostenibles, la participación en procesos de toma de decisiones y la sensibilización pública sobre la interconexión entre ambos temas.
En América Latina y el Caribe (LAC), estas acciones pueden potenciar el rol de la región hacia la COP30, fortaleciendo la voz de la región en la arena internacional y promoviendo soluciones holísticas para los desafíos ambientales.”
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