Un estudio reciente de Byrne et al. (2023) utilizó datos satelitales de la NASA para evaluar las emisiones globales de dióxido de carbono. Países como Argentina, Bolivia, Perú y Uruguay están capturando más carbono del que emiten. ¿Es realmente así? Analicemos los hallazgos de este estudio clave sobre carbono neutral.
¿Argentina captura más carbono del que emite?
El estudio reciente de Byrne et al. (2023) utilizó datos satelitales de la NASA para hacer un balance de las emisiones de dióxido de carbono a escala globa. Este proyecto estimó las absorciones y emisiones de dióxido de carbono de cada país utilizando mediciones de la misión Orbiting Carbon Observatory-2 (OCO-2) desde 2015 a 2020.
La Figura 1, muestra que los países con mayores emisiones son de color bordo y parecen salirse de la página, mientras que los países dónde se eliminó más dióxido de carbono del que se emitió aparecen como depresiones verdes, como Argentina, Bolivia, Perú y Uruguay. Entonces, ¿Argentina captura más carbono del que emite? Revisemos algunos puntos de este trabajo.
Figura 1. Emisiones y absorciones netas medias de dióxido de carbono de 2015 a 2020 utilizando estimaciones basadas en las mediciones del satélite OCO-2 de la NASA. Fuente: Estudio de visualización científica de la NASA (Sally 2023).
Las estimaciones se centran sólo en la captura y emisión de CO2. El estudio ofrece una nueva metodología de “arriba hacia abajo” para la descripción de la dinámica del carbono a través de la tierra, los océanos y la atmósfera de la Tierra.
Sin embargo, el satélite OCO-2 mapea sólo las concentraciones de dióxido de carbono de la columna de aire de la atmósfera. Por lo que omite las emisiones de otros gases de efecto invernadero.
Y según el último inventario de gases de efecto invernadero de Argentina, en 2018 el 37% de las emisiones provienen de otros gases diferentes al CO2 (MAyDS. 2023). De los cuales el 16 % pertenecen a las emisiones de metano (CH4) provenientes de la actividad ganadera y la producción de arroz, y el 12% de óxido nitroso (N2O) proveniente principalmente de la aplicación de fertilizantes en cultivos extensivos.
Qué dice el inventario de GEI de Argentina
El inventario de GEI de Argentina indica que el balance de carbono es positivo, contrario a las estimaciones realizadas por la NASA. Los inventarios nacionales de GEI utilizan un enfoque “de abajo hacia arriba”, es decir que las emisiones se contabilizan a partir de datos locales y factores de emisión, y las absorciones de los sumideros se basan en inventarios de cambios de uso del suelo y modelos de existencias de carbono.
Según el último inventario de GEI de Argentina (MAyDS. 2023) las emisiones de CO2 superan a las absorciones, siendo el balance de carbono cercana a 223.889 GgCO2e (0.22 PgCO2e) durante el periodo 2015-2020. Y si además se contabilizan las emisiones de otros GEI, este número asciende a 361.800 GgCO2e (0.36 PgCO2e).
Figura 2. Tendencia del balance por tipo de GEI (GgCO2e) para Argentina para el periodo 1990-2020
(Tomado de MAyDS. 2023)
Los inventarios de GEI tienen la ventaja de relevar las emisiones en categorías, permitiendo diseñar políticas de reducción orientadas a cada sector productivo. Este enfoque permite la caracterización explícita de las emisiones y absorciones de CO2 por sector: Energía; Procesos industriales y uso de productos (IPPU); Agricultura, uso de la tierra, cambio de uso de la tierra y silvicultura (AFOLU); y residuos.
Qué indica el IPCC 2019
Según el IPCC (2019) este método proporciona el mejor método para rastrear las emisiones y absorciones de fuentes conocidas con datos de actividad y factores de emisión bien caracterizados. En cambio, las estimaciones satelitales no separan las emisiones antropogénicas de las fuentes y sumideros naturales (Bryne et al 2023).
Por ejemplo, para el año 2020 las emisiones por sector AFOLU fueron del 45%, igualando las emisiones del sector de la Energía (Figura 3). Por lo tanto, esta es una fuente de información fundamental para generar políticas de reducción de emisiones para cada sector.
Figura 3. Distribución sectorial de las emisiones de GEI año 2020 (Tomado de MAyDS. 2023)
La red de centros de observación de GEI es escasa en América Latina. El enfoque más exigente, pero aprobado por el reporte del IPCC (2019), para la verificación a través de mediciones atmosféricas es el establecimiento y operación de una red nacional o regional/multinacional de observación de GEI combinada con modelado y análisis inversos (Bergamaschi et al. 2018).
La situación en América Latina
A escala regional América Latina cuenta con pocos centros de mediciones de GEI. Como resultado, sigue siendo un desafío atribuir los flujos estimados a regiones específicas utilizando las escasas redes de observación disponibles, lo que complica la aplicación de enfoques de modelado para la verificación de emisiones de fuentes específicas (Miller & Michalak 2017).
La verificación de la precisión de estos modelos depende de la calidad de los datos recopilados, lo que subraya aún más la necesidad de mejorar y expandir las redes de observación de gases de efecto invernadero en América Latina para garantizar una estimación acertada de las emisiones.
Los modelos de balance de carbono a partir de información satelital presentan una gran incertidumbre y aún son un complemento para la evaluación de los inventarios nacionales de GEI.
Estimación de gases
Los métodos de estimación de gases de “arriba hacia abajo” han experimentado rápidas mejoras en los últimos años. Sin embargo, el Grupo de Trabajo sobre Inventarios del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) en el reporte de 2019, (IPCC 2019, Vol. 1, Capítulo 6) no lo recomienda como una herramienta de verificación, o que reemplace a los inventarios convencionales, debido a que presentan limitaciones en los modelos y pueden introducir incertidumbres en las estimaciones a escala nacional.
Principalmente, es complejo estimar las emisiones del sector AFOLU, porque los procesos de los sistemas naturales emiten y absorben CO2 a distintas escalas, lo que genera desafíos en la generación de modelos precisos.
Esta es la principal fuente de incertidumbre que podría explicar las diferencias observadas entre el CO2 estimado por la NASA y los inventarios de GEI.
En la Figura 4, se muestra el mapa original con datos a nivel de píxeles de 1°×1° a partir del cual se construye la Figura 1 a escala de país. Podemos observar que la zona de absorción de emisiones se concentra en la zona del Gran Chaco Americano (Figura 4, a). Pero a su vez, presenta una gran incertidumbre, ya que el desvío estándar de las estimaciones es muy alta (Figura 4, b).
Figura 4. Media (a) y desvío estándar (σ) del NCE (Balance Neto de Carbono) representado por píxeles de 1°×1° para el análisis con datos de OCO-2 promedio del periodo 2015-2020. (Tomado de Byrne et al 2023).
El Gran Chaco Americano: Las emisiones invisibles
El Gran Chaco Americano es el sistema boscoso continuo más grande y biodiverso de América del Sur después de la Amazonía. Este bioma semiárido alberga más de 50 ecosistemas únicos y tiene especial importancia en la batalla contra el cambio climático, ya que actúa como uno de los mayores sumideros de carbono del planeta.
Sin embargo, se encuentra entre las áreas más deforestadas del planeta, en gran parte debido a la expansión de la agricultura y la ganadería en las últimas décadas.
¿Argentina es carbono neutral?
En Argentina, la expansión de las tierras de cultivo se convirtió en un factor inmediato más dominante de deforestación, especialmente después de la introducción de variedades de soja transgénica a principios de la década de 2000 (Reenberg & Fenger, 2011).
Las tasas de deforestación aumentaron en toda la región entre 2000 y 2013 en comparación con el período entre 1985 y 2000, debido a una combinación del aumento de los precios en el mercado mundial de la carne vacuna y la soja, especialmente durante la década de 2000 (Leguizamon, 2014).
Se estima que la pérdida de áreas boscosas fue del 16,4% desde 1985 a 2022 en toda la región, equivalente a 13,7 millones de hectáreas (Figura 5). De las cuales el 55% se deforestaron en Argentina (7,6 Millones de hectáreas) (MapBiomas, 2023).
Figura 5. Cambios de la vegetación natural leñosa en el Gran Chaco Americano del periodo 1985-2022. Tomado de MapBiomas Chaco, 2023.
Aunque los bosques secos son menos densos en carbono que los bosques húmedos, las emisiones de carbono de los bosques secos están contribuyendo al cambio climático de maneras comparables debido a las rápidas tasas de cambio en el uso de la tierra que experimentan estos biomas.
Según el estudio de Bauman et al. (2016) estos cambios en el uso de la tierra desde 1985 hasta 2013, equivalen a un total de 824 Tg CO2 emitido a causa de la deforestación. Esto resalta la importancia de la protección del Chaco Americano si el objetivo es salvaguardar las reservas de carbono de la región, y lograr la carbono neutralidad. Si las altas tasas de deforestación continúan en el Chaco, es probable que la región pase de ser una sumidero a una fuente global de emisiones en unos pocos años.
Conclusiones
La estimación de emisiones de CO2 a partir de información satelital presenta limitaciones y desafíos a la hora de informar una estimación de forma precisa de forma local.
Sin embargo, algunos sectores productivos se apresuran a hacer conclusiones sobre el balance de emisiones, aun cuando el IPCC aclara que los modelos generados a escala global a partir de datos satelitales aún son incipientes, y no reemplazan los inventarios de GEI convencionales.
Por lo tanto, para mejorar la precisión de las estimaciones, se debe fortalecer la red de centros de observación de GEI en América Latina, y financiar investigación local para mejorar las estimaciones realizadas por el inventario de GEI. Y si queremos alcanzar la carbono neutralidad, el mejor camino es diseñar políticas de reducción orientadas a cada sector productivo y conservar los ecosistemas naturales remanentes del país.
La transformación de los ecosistemas naturales se traduce en la pérdida de servicios ecosistémicos, el empobrecimiento de comunidades locales y ponen en peligro la resiliencia de los sistemas agropecuarios, siendo más vulnerables a los efectos del cambio climático.
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