Los tiempos actuales son realmente muy complejos para la política climática. Al comparar el contexto de las negociaciones, el debate público y el clima de negocios en torno a la transición energética con el de apenas cuatro años atrás, se observa una notable diferencia. Esta situación se debe a múltiples factores. Entre ellos, existen obstáculos objetivos que se han intensificado y para los cuales no se vislumbra una solución inmediata. Un claro ejemplo es la guerra desatada por Rusia contra Ucrania, un conflicto que ha provocado una reconfiguración del panorama político y económico en Europa, una región que históricamente ha sido un motor clave de la política climática global. ¿Qué estrategias de acción climática podemos implementar frente a estos tiempos? Por Cali Villalonga.

Tensiones económico-políticas vs. las estrategias de acción climática
La escalada de los conflictos en Medio Oriente intensifica un contexto global ya marcado por múltiples tensiones. En el ámbito económico, esta situación se refleja claramente en el crecimiento imparable de la industria china, que ha provocado tensiones en el mundo industrializado debido a la decadencia de sectores económicos clave, como la industria automotriz en Alemania y la siderurgia en el Reino Unido, además de la guerra comercial que Estados Unidos ha iniciado.
Esta dinámica provoca tensiones económicas y políticas que claramente exigen de atención prioritaria. En este escenario, resulta lógico prever que la agenda climática se vea afectada negativamente, dado que las prioridades globales se desplazan hacia conflictos como los antes señalados.
Con este telón de fondo, el ascenso de las nuevas derechas se configura como un fenómeno global que se manifiesta con particularidades en cada país. Este fenómeno ideológico, que marca la agenda política actual, se ancla en una opinión pública que ha adoptado una postura mucho más reactiva frente a temas complejos y sofisticados, como el cambio climático.
En este contexto, la nueva derecha expresa una radicalización ideológica, donde el conservadurismo, en este escenario, adopta una apariencia renovada y desafía abiertamente las normas e instituciones del orden internacional liberal. La agenda climática, en particular, es asociada al “globalismo”, término utilizado por estos sectores para referirse despectivamente al multilateralismo y que sirve como bandera para reivindicar un retorno al nacionalismo conservador.
¿Qué sucede en Argentina?
En nuestro país, el meteórico ascenso de Javier Milei hasta llegar a la presidencia de la Nación es representativo del signo de estos tiempos. Su discurso es abiertamente negacionista del cambio climático, rechazo de la ciencia y todo aquello que represente ámbitos de negociación en torno al multilateralismo ambiental.
Su discurso en el Foro Económico Global (Davos) en 2024 y en el más reciente de este año son dos piezas claves para entender este posicionamiento ideológico. Debemos sumar su incierta e improvisada aparición en el COP28 (Dubai) y el repentino e inexplicado abandono de la COP29 (Bakú) como pequeños ejemplos del profundo desprecio por la agenda verde y su permanente asociación a una supuesta agenda “empobrecedora”.
Así las cosas, estamos ante una situación novedosa y que se ha generalizado globalmente. El caso de la AfD en Alemania o de Donald Trump en Estados Unidos son muestras muy claras de una opinión pública que se ha volcado a posiciones refractarias hacia la discusión climática.
¿Cómo actuar frente a un gobierno que niega el cambio climático?
El desafío es complejo: ¿Cómo actuar frente a un gobierno que niega el cambio climático y una opinión pública que se ha alejado de esta agenda? Esto nunca había ocurrido antes, por eso es una situación novedosa. Por lo general, las discusiones y polémicas climáticas locales solían focalizarse en términos de prioridades y políticas sectoriales específicas, no ponían en duda la gravedad del fenómeno, ni su urgencia ni mucho menos la ciencia climática. Ahora no hay tal conversación siquiera.
Estamos en presencia de un gobierno que posee una posición ideológica, dogmática y no hay evidencia científica que lo pueda hacer cambiar de opinión. No hay tal posibilidad, al menos en el corto plazo.
¿Qué estrategias de acción climática podemos implementar?
Es una pregunta obligada porque la opción de esperar y dejar pasar el tiempo hasta que los vientos cambien nuevamente no es una alternativa idónea; no los es ni desde lo climático ni tampoco lo es desde una mirada de desarrollo para el país.
Desde lo climático, de más está decir que, más allá de la contribución nacional, no alentar y trabajar para que las negociaciones lleguen a buen puerto es casi un suicidio. En lo económico, es también otro suicidio no trabajar para que el país se integre a los procesos económicos e industriales vinculados a la transición energética y la descarbonización de la economía.
Lo anterior supone, y así lo creo, que esta etapa política, esta coyuntura global finalizará y los hechos terminarán imponiéndose; finalmente la física, la química y la lógica del carbono se terminarán imponiendo a cualquier fanatismo. Así, un día no despertaremos y habremos perdido un tiempo precioso para limitar el aumento de la temperatura a niveles no catastróficos y nuestras oportunidades de inserción en el mundo se habrán reducido quedándonos anclados a ideas y activos anacrónicos.
Cuando se atraviesan coyunturas complejas como la actual, es obvio que deben analizarse detenidamente la multiplicidad de causas que nos trajeron hasta aquí y, también, algunos posibles cursos de acción que nos permitan minimizar los riesgos y el costo de la inacción. Sin pretenderse exhaustivo con todas las diversas estrategias que pueden desarrollarse, considero que hay tres prioridades en las que aconsejo poner el foco. Es tan solo un ejercicio que comparto y que puede servir para la reflexión también.

El activo informativo
A los efectos prácticos, Argentina está afuera del Acuerdo de París (AP), aunque formalmente el país se mantenga legalmente dentro del acuerdo. Argentina difícilmente tenga en el corto plazo una política climática en materia de mitigación y adaptación. Lo que debe ser prioritario ahora es preservar la capacidad alcanzada en el país para sistematizar información climática útil y cumplir con los compromisos básicos que la Convención del Clima nos exige.
Le llamo activo informativo al conjunto de procedimientos y equipos técnicos que han permitido que Argentina tenga un solvente sistema de información climática y un correcto cumplimiento de sus obligaciones en esa materia. Desde 1992 hasta la fecha, con sus idas y vueltas, Argentina ha cumplido con sus obligaciones de informar a la Convención, ha contribuido así a que el sistema global tenga solidez y permita definir acciones informadas.
Esto se ha reflejado en la generación de estadísticas climáticas tanto a nivel local como regional, así como en la elaboración de los inventarios de emisiones. Para sistematizar esta información, ha sido necesario capacitar equipos técnicos, establecer una institucionalidad que garantice la continuidad de las normas y metodologías, y asegurar los recursos económicos que permitan el funcionamiento efectivo de este sistema.
Deterioros institucionales en Argentina
Puede que parezca una obviedad, pero el deterioro del sistema científico y romper el instrumental estadístico está en el ADN de este tipo de populismos. Observemos lo que está sucediendo en Estados Unidos, donde hay un ataque frontal sobre la continuidad de algunas áreas de investigación climática, por ejemplo, las que lleva adelante el NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration). La información que el NOAA produce es fundamental para la toma de decisiones de buena parte del mundo, tanto en sectores productivos como es el caso de la agricultura como para la industria pesquera.
La anticipación de las fluctuaciones de la anomalía El Niño/La Niña depende de la base de datos que recolecta el NOAA, una información crucial para la Argentina. Romper este instrumental informativo es romper registros históricos y discontinuar bases de datos que son la fuente de investigaciones en curso. Del NOAA dependen innumerables institutos con los cuales coopera en el relevamiento de variables atmosféricas y oceánicas.
¿Por qué quieren debilitar la información científica?
No se trata de “flexibilizar” normas ambientales o deteriorar la capacidad de vigilancia y cumplimiento de las mismas, de lo que se trata es de debilitar la base informativa que permite conocer qué está pasando con el clima, su interrelación con los ecosistemas y las previsiones de lo que puede suceder, es debilitar el conocimiento, la ciencia misma.
En Argentina las señales de alerta ya se han dado en instituciones como el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) o el INTA. En ambos casos se comenzó a hablar de limitaciones en publicaciones, pérdida de equipos de investigación, o el deterioro de valiosas bases de datos cuya consistencia y continuidad en el tiempo son esenciales para servir como fuetes de investigación local y a nivel global.
La brutal pérdida de jerarquía del área ambiental dentro del Poder Ejecutivo Nacional pone en riesgo a los cuadros técnicos que se han ido generando a lo largo de años de capacitación y que permite, entre otras cosas, el correcto desarrollo y constante mejora de los inventarios nacionales de GEI (Gases de Efecto Invernadero). Todo ese activo de recursos humanos y base informativa debe preservarse celosamente.
Preservar la información
La capacidad de recolectar información, sistematizar, analizar y publicar son atributos fundamentales que debemos resguardar, debemos preservar la integridad de los datos tanto locales como nuestra contribución a escala regional como global. En este sentido, la presentación del primer Informe Bienal de Transparencia (IBT) por parte del Gobierno Nacional a finales de 2024 es un buen síntoma de que existiría vocación para preservar ese vínculo básico de informar debidamente al AP y a la Convención.
La ex subsecretaria de Ambiente, Ana Lamas, reiteró en diversas oportunidades que Argentina no se retiraría del AP y que cumplirá con todas sus obligaciones asumidas. Creo que, en base a estas declaraciones, es necesario trazar un diálogo con las actuales autoridades ambientales para intentar un acuerdo básico para sostener el activo informativo que he descripto y poder cumplir con los objetivos administrativos básicos dentro del Acuerdo de París.
La acción climática ambiciosa que requiere de determinación, vocación política y generación de acuerdos sectoriales, eso deberá esperar a que tengamos otro contexto. Hoy debemos evitar que rompan el termómetro y pierdan hojas del balance de emisiones.
No perder el tren tecnológico
La transición o la descarbonización de la economía global está sufriendo el ataque y las demoras propias de una coyuntura adversa, pero, aun así, en muchas áreas tecnológicas se mantiene el ritmo que venía trayendo en los últimos años. En verdad, hasta el momento, sólo se han amplificado hasta el cansancio expresiones como el “Drill, baby, drill” de Donald Trump o expresiones tales como “la transición ahora tendrá que esperar” que se repitieron una y otra vez en el CERAWeek en Houston, en marzo pasado. A pesar de estas expresiones desmesuradas, nada ha cambiado sustancialmente.
Lo cierto es que muchas de las áreas claves de la transición han comenzado a tener una lógica de mercado y caminan por su propio empuje; se trata de tecnologías que ya son más eficientes y económicas que sus competidores convencionales. Por más que Donald Trump quiera revertir el declive del carbón, esta industria es un sector económico que está contrayéndose por muerte natural; aún si se eliminasen todas las políticas climáticas, el gas natural y las renovables lo continuarían desplazando inexorablemente.
Algo similar ocurre con muchas de las tecnologías emergentes de la transición, ya han alcanzado un nivel de competitividad y una dinámica de crecimiento que las convierte en competidoras inevitables de las viejas opciones.
Es lo que ocurre con las renovables en su conjunto, la electrificación, los sistemas de almacenamiento de energía por baterías o BESS (Battery Energy Storage System), la movilidad eléctrica, etc. Ese desarrollo no se detendrá por cuestiones ideológicas, se podrá retrasar por circunstanciales gobiernos que militen el negacionismo climático y coloquen trabas o desincentivos, pero la dinámica de la industria ya las ha incorporado.
Tecnologías emergentes
Algo así ocurrirá durante los próximos años con el desarrollo de la industria del hidrógeno, los combustibles bajo en emisiones para la navegación marítima y la aviación (SAF). El gran riesgo de fanatizar un país en posiciones extremas es quedarnos afuera de una economía global que se está transformando, entonces lo que debe enfocarse en los próximos años es no discontinuar aquellas acciones que van en la dirección correcta.
Caso como la creciente incorporación de las renovables en el mercado elécrtrico, de manera incipiente el sector del almacenamiento (BES), biocombustibles son ejemplos donde se han dado pasos que sería muy costoso perder. Costoso por el impacto indirecto de castigar a la industria y cualquier sector producción local con la carga de acarrear una carga de carbono que nos colocara fuera del mercado próximamente a corto plazo. Al mismo tiempo que nos inhibirá de generar capacidades técnicas en sectores industriales en ascenso.
De lo que se trata es de defender y garantizar la continuidad de los pasos que se vienen dando y que son perfectamente coincidentes con una política climática virtuosa. El caso de la renovables es un buen ejemplo, este año se vence el paquete promocional y evitar su discontinuidad es un gran paso para sostener una política climática que viene siendo exitosa. Este es un buen ejemplo de lo que quiero decir con no perder el tren tecnológico.
Revalidar la agenda climática
Más allá de las figuras políticas en ascenso, hay que reconocer que existe un desgaste en la sociedad de la agenda del clima. Esto ocurre por muchos motivos que merecería un análisis específico porque sin duda contribuyen muchos factores. Lo que sí me interesa señalar aquí es que el movimiento climático debe hacer el esfuerzo por detectar los puntos débiles de su discursos y praxis de movilización.
Ensayando algunas primeras reflexiones, creo que en los últimos años, se han generado vicios comunicativos que lejos de alertar al público lo han cansado y han generado el efecto contrario. Por ejemplo, todos sabemos del proceso complejísimo de las negociaciones internacionales, sabemos de sus dificultades y sus múltiples barreras.
Cuando queremos transmitir su lentitud, recurrimos a transmitir de manera sistemática que todo es “bla bla bla” o que todos los fines de año se repiten calcados los comunicados de prensa hablando del “fracaso de la COP” no me parece que hagan honor a la verdad y por el contrario estamos alimentando la peor reacción.
Por supuesto que los medios no son fáciles de asimilar mensajes complejos y siempre es más fácil el mensaje sencillo y de impacto. Bueno, si el mensaje más vendible a los medios es que “fracasaron las negociaciones” estamos fritos muchachos. Primero, porque no es verdad o no siempre lo es, porque el proceso es lento naturalmente, y es eso lo que hay que transmitir, aunque eso no tenga alto impacto.
Las COPs deben reconectar con la sociedad y proponer nuevas estrategias de acción climática
También creo que un fenómeno que se ha hecho patológico en torno a las COPs es la consolidación de un “jet set” que convive de reunión y reunión, hablándose a sí mismos, en un lenguaje plagado de acrónimos y sin conexión con lo que pasa en el mundo exterior. Me pongo en primera persona del plural: ¿Cómo nos está viendo la gente? ¿Entiende qué hacemos yendo a Dubai o a Bakú?
Creo que esta combinación de conversación en circuito cerrado, enajenada por momentos, hace perder el hilo de conversación necesario que se debe tener con el mundo real. La otra cara, cuando queremos ser “prensables” apelamos a expresiones que hablan de fracasos, frustración y traiciones; nos falta hablar de la “casta” y cartón lleno. Me parece que no es una comunicación que hace honor a la verdad, a las dificultades de una negociación extremadamente compleja.
Creo que para reconectar un diálogo con la sociedad son muchos los aspectos a tener en cuenta, aquí señalé dos: Primero, evitar el circuito cerrado y creer que el mundo es lo que ocurre en las COPs; y segundo, evitar el mensaje “populista” de que todo es un fracaso. Lo que debemos hacer es revalorizar el multilateralismo, aún en su complejidad, generar mensajes que eviten las simplificaciones y que todo se reduzca a transmitir un estado de ánimo frustración y mal humor. Eso es muy infantil.
