Una casa para todas
Red de mujeres, reforestación y cuidado del agua
– Doris Galdamez –

Lo primero que hago al despertarme es abrir las ventanas y las puertas. Me gusta ventilar la casa. El clima ha vuelto a parecerse al que había cuando yo era niña. Tenemos sol y calor en verano, claro. Pero tenemos también días de viento, una brisa fresca que siento en la cocina mientras preparo el desayuno: leche, cereal, frijolitos, huevos, tortilla o pan. Aprendí a cocinar de mi mamá y de mis abuelas, yo misma les enseñé a mis hijas: cuatro generaciones que preparamos las tortillas de la misma forma. ¡Y nos sale muy bien!
Con mi hija menor además compartimos el gusto por los dulces. Tanto practicar para comer en casa, descubrimos un talento y tenemos un pequeño negocio de tortas que funciona desde casa, hecho con nuestras propias manos. La mayor vive lejos hace algunos años. Migrar es un derecho, me gusta que sea una elección y no una necesidad.
Compramos todo lo que necesitamos en un mercado que todavía es bastante nuevo. Antes había vendedores ambulantes de chile, tomate o cebollas. Todo lo demás se compraba en tiendas. Pagábamos precios caros porque aquí en Sensenti, en Ocotepeque, toda la verdura llegaba desde otros departamentos. El cambio en la organización nos ha permitido tener productos de producción propia, intercambiar con otras zonas, mejorar la variedad y hacer la comida más accesible. Y también más saludable. Los colores y aromas del mercado dan ganas de llevarse cada hortaliza.
El gran momento de toma de conciencia llegó por la situación con el agua. Empezó a estar racionada porque era escasa y había muchos problemas con los residuos del cultivo del café. Llenar la pila con agua para cuatro días era una angustia, luego daba pena usarla y era solo para lavar. El agua para beber teníamos que comprarla embotellada: más cara para nosotros y más residuos para gestionar después. Ahora está resguardada. La cuidan los mismos productores que se ocuparon de reforestar el bosque que se había depredado. Antes tenían empleo solamente de octubre a marzo, en la temporada de corte del café. Ahora tienen trabajo todo el año cuidando la naturaleza y devolviéndole el verde a nuestro valle.
Más allá de los paneles solares en cada techo, seguimos siendo una zona de casas, sin grandes edificaciones fuera de los edificios públicos. Nos gusta que sea así, nada nos bloquea la vista y tenemos un cielo inmenso. De noche, nos iluminan las estrellas.
La casa más grande es nueva. Tiene muchas habitaciones pero no es alta, sino que ocupa mucho espacio, tiene jardín, huerta, espacio para animales. Me parece que es la más bonita de todas. No es de una familia sino de muchas: es un hogar comunitario para mujeres y sus hijos. Yo fui mamá soltera y sé lo necesario que es armar una comunidad, acompañarse, compartir la crianza y protegerse. Una red amorosa que hemos sabido construir como barrera a la soledad y a la violencia machista.

Pensamos en la necesidad de esta casa cuando la Justicia no escuchaba a las mujeres que debían huir muchas veces con lo puesto, que hacían denuncias que no avanzaban. Fue una época de mucha frustración: había leyes, se hacían marchas y quizás llegaban anuncios pero las soluciones no. Los políticos debían pensar que no era urgente, y mientras tanto nosotras veíamos a mujeres cada vez más vulnerables. Hicimos lo que hacemos siempre que hay una necesidad: nos organizamos entre nosotros. Juntamos la platita, algunos donaron cosas para rifar, comidas para vender, otros donaron su tiempo y su esfuerzo y empezamos a construir. Queríamos un lugar con espacio para ellas y también para sus hijos, lugares de juego y un comedor grande para compartir. Una cocina grande, también. Un espacio en el que nenas y varones aprendieran desde chicos a trabajar juntos en el cuidado del hogar y las personas que viven en él.
Siempre digo que la más larga caminata inicia con un paso. Y nuestro movimiento generó atención, hoy hay apoyo para que la casa pueda albergar a todas las que lo necesiten. Y han creado casas como esta en otros puntos del país mientras se trabaja en un plan integral para que no sean necesarias. Que en todo caso sea un espacio en el que elijan vivir pero sin haber tenido que pasar antes por experiencias de violencia. El foco está en el autocuidado: que respeten la importancia del descanso, que hagan sus controles médicos. Hemos logrado reducir la mortalidad del cáncer de mama gracias a campañas de detección temprana y mamógrafos ambulantes que vienen a atender a las mujeres aquí donde hace falta. Yo vengo a hacerles compañía, las escucho, conversamos y pensamos proyectos, trabajos que pueden llevar adelante. Algunas tardes llevo tortas para convidar y me quedo conversando pero a la hora de la cena regreso a mi casa. Tengo la gracia de Dios de compartir con mis padres, vivimos pegados.
Otro gran cambio ha sido la atención a las personas mayores. Hace tiempo que no tienen que pedir en las calles, como solíamos ver en el pasado. Están alimentados y cuidados por el resto de la sociedad. Cuando llego me encuentro a mis padres en el jardín cuidando que las gallinas tengan agua y comida. Mañana tendremos huevos frescos. El ceibón inmenso que vemos desde casa ya tiene las primeras flores rojas de la temporada.

Doris Galdamez
Mujer emprendedora y luchadora. Madre de dos hijas. A nivel de país forma parte de organizaciones de mujeres. Integra la Caja Rural de Ahorro y Crédito, para el apoyo y fortalecimiento de desarrollo. A nivel trifinio integra la Red HOSAGUA, que nuclea organizaciones de Honduras, El Salvador y Guatemala en defensa de los Derechos Humanos y de mujeres en procesos en violencia de género. La organización integra la RED ILC (International Land Coalition)
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