Memoria, protección y territorio vivo
En la Tierra Indígena Cué-Cué Marabitanas
– Josimara Melgueiro –

Me despierto temprano con el canto de los pájaros junto a mi ventana. A mi lado, mi hijo Wyrá aún duerme sereno, con su rostro tan tranquilo como el río al amanecer. Tengo la sensación de gratitud y felicidad. Estoy en casa. En mi comunidad de Bom Jesus, Alto Río Negro, en la Tierra Indígena Cué-Cué Marabitanas, ahora, finalmente, demarcada.
El aire de la mañana es fresco y el perfume de los árboles invade mi casita de madera, construida con las manos de mi pueblo, llena de artesanías hechas con lo que el bosque nos ofrece generosa y sosteniblemente. Voy hasta la cocina y preparo el desayuno: beiju, papilla de tapioca, batata, banana y pescado. Todo viene de la tierra, sin veneno. Sin nada de veneno. Comparto este momento con mi compañero y mi hijo. Y luego llegan los demás familiares para darnos los buenos días.
Después me voy hasta la orilla del río. El sol nace parsimonioso, reflejándose en las aguas limpias que volvieron a correr libres. Ese momento me atraviesa el cuerpo como un aliento de sanación. Porque yo recuerdo. Recuerdo los tiempos del mercurio, de la destrucción causada por la minería ilegal. Recuerdo el dolor de las vidas perdidas, de los cuerpos silenciados. Pero también recuerdo la resistencia. Llegamos hasta aquí. Y ahora vivimos una nueva era en la que, al fin, la emergencia climática fue reconocida. Los gobiernos, la sociedad civil y la cooperación internacional caminan con los pueblos indígenas. Somos los protagonistas de esa transformación.
Sigo campo adentro. En el camino veo a mi hijo conversando con su abuela, mi madre Belmira, en nuestra lengua, el nheengatu. Yo, que no fui criada en esa lengua, me emociono al escuchar esa conversación. Es como si la tierra respondiese con alegría. Lo conseguimos. Rescatamos. Mantuvimos viva nuestra cultura. Vivimos en comunidad, con dignidad, dentro de nuestro territorio protegido. Esa es nuestra manera de vivir bien: memoria, protección y naturaleza viva.
Por la tarde me siento en mi pequeña oficina, frente al río. Una habitación simple, con los equipos necesarios para conectarme con el resto del mundo, donde sigo colaborando con las organizaciones indígenas. Continúo construyendo estrategias, alianzas, propuestas. La diplomacia indígena avanzó mucho, ahora con más respeto, más escucha y más igualdad. Seguimos apoyando decisiones, asesorando liderazgos, trazando caminos para otros pueblos. Este trabajo no terminó, floreció.

Y en este futuro conquistamos algo grandioso, los combustibles fósiles quedaron atrás. La exploración de petróleo fue superada. Hoy, vivimos una transición energética justa, pensada con el planeta, y no contra él. La energía viene del sol, del viento, del agua y del respeto a la Tierra.
Esa noche tenemos un ritual en la choza de la comunidad. Apagamos todas las luces. Nos reunimos alrededor de la fogata. Los jóvenes bailan y cantan pintados con jenipapo y urucum, escuchamos a nuestros chamanes y recibimos sus consejos. Un conocedor tradicional pasa con el humo, bendiciendonos. Esta tradición, tantas veces amenazada, ahora se celebra con orgullo.
Voy a dormir en paz. Porque sé que estamos viviendo el futuro que soñamos. Porque nuestra misión de proteger el territorio, fortalecer la cultura y garantizar un mañana con justicia fue cumplida y continúa viva en cada niño indígena que nace.
Y ahora yo te pregunto: ¿Qué futuro estás ayudando a construir?

Josimara Melgueiro
Josimara Melgueiro es administradora, activista indígena del pueblo Baré y articuladora política. Actúa en la Amazonía para fortalecer la autonomía de los pueblos indígenas a través de experiencias en mecanismos financieros, fondos indígenas, gobernanza e incidencia política, combinando saberes ancestrales y estrategias contemporáneas en defensa de los territorios, la cultura viva y la justicia climática.
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