Políticas para el cambio
Iniciativas públicas para cambios significativos
– Cecilia Requena –

El presente tiene mucho del pasado. Mi casa, por ejemplo, fue construída por mi abuelo hace unos cien años. Es de adobe y tiene paredes muy anchas, por eso es fresca o calientita, dependiendo de lo que se necesite. La Paz es una ciudad improbable y, por eso mismo, alucinante, situada en las quebradas de montañas, algunas nevadas. Se encuentra a 3600 metros sobre el nivel del mar, aunque hay barrios más altos y otros más bajos, en amplio y diverso rango de 4.000 hasta 2.800 msnm. Al mundo le costaba entendernos, porque en Europa a esta altura no hay ni montañas, menos una ciudad donde la gente vive y corretea.
Pero así es el Trópico. Estamos cerquita del Ecuador y tenemos el lago Titicaca con su efecto termorregulador, que nos da humedad, evitando el clima desértico de otras partes del altiplano, donde las noches son mucho más frías, heladas, y aún más abrasadores los días soleados. O sea, el rango temperaturas máximas y mínimas no es tan fuerte gracias a la cercanía del Lago navegable más alto del mundo.
Con todo, este sol intenso de las alturas es una fuente de energía renovable que aprovechamos, gracias a paneles solares instalados en el techo. Nos dan la satisfacción de saber que toda la energía que usamos es renovable y limpia. En algún momento fue una idea iniciativa de política pública que permitió que la gente tuviera apoyo para la inversión inicial que luego se ha ido pagando mes a mes, en montos accesibles, incluyendo un ahorro con respecto a las viejas cuentas de energía mayormente fósil, ya que, a diferencia de éstas, el sol no pasa factura por la energía que provee. Es parte de la transición energética de mi país. Unos años después parece mentira que Bolivia importaba combustible fósil y que llegó a ser el principal hueco fiscal del país.
Fueron largos los debates para llegar a este punto. Semanas de discusiones y acuerdos en la Asamblea donde soy legisladora, pero también en los medios y en los barrios. El éxito de esta primera iniciativa trajo un cambio de conciencia. Cuando llegó el plan para reutilizar el agua de ducha para otros usos, fue mucho más fácil que la gente adoptara los cambios necesarios.
El agua es un tema central, aquí como en todos lados. Tras los días de lluvia me encanta la vista maravillosa de Illimani, la montaña de tres picos, como una coronita, que parece ser guardiana de La Paz. Para los pueblos aymara
las montañas son seres sagrados. Los llaman Apus. Y cada montaña tiene su historia. Hay incluso historias compartidas de tiempos remotos en las que lucharon cual titanes. Uno, el Mururata, quedó tristemente descabezado y por eso es una montaña muy plana.

Cuando hay nieve fresca en las montañas que rodean a La Paz, esta se ve blanca, casi fosforescente. A veces la nieve cubre, por unas horas, las faldas de la montaña, como en mi niñez. Pasarán décadas antes de que las temperaturas promedio global se estabilicen, de modo que los glaciares retrocedan más lentamente hasta detener su pérdida progresiva. Esta esperanza en un mejor futuro la hemos construido entre todos y todas, descarbonizando progresiva, pero aceleradamente las economías del mundo. Es decir reduciendo las causas fundamentales de la Crisis Climática. Además de las transiciones energéticas en el mundo entero, hemos logrado detener la deforestación y regenerado nuevo bosque, especialmente el Amazónico en el Subcontinente. Por eso, los ciclos de lluvia andan más estables, con menos picos mucho más espaciados y bajos de sequía o inundación.
La verdad es que no me asomo a las ventanas de la Asamblea solo los días de lluvia. Como está elevada y ubicada en el centro de la ciudad, me permite una vista de 360 grados. Puedo ver bosques urbanos y disfrutar de la ciudad que está más verde, también en las montañas. Las casitas de las laderas se ven hermosas, revocadas, muchas blancas y algunas de colores. La mayoría ahora son de adobe, como la mía. Los ladrillos dejaron de usarse tanto, porque no guardan bien el calor ni refrescan, cuando hace falta, como la antigua técnica del adobe.
Me gusta ver casitas que tienen un pedacito de verde. Parece increíble, pero logramos cultivar manzanas, tumbos y duraznos. Yo tengo un ciruelo, también herencia de mi abuelo. Da tanta fruta que no me importa que a veces den sus picotazos los mirlos. Es que es tan lindo despertarme con su canto, que les perdono todo. Cuido mi modesto oasis y me alegra que cada vez sean más las casas, edificios con espacio para áreas verdes, llenas de flores, árboles, mariposas y otros insectos tan importantes para la polinización. Es que la ciudad entera ha cambiado.
Por ejemplo, el transporte. Ahora voy a trabajar en bus, por supuesto eléctrico. Pasa a unas cuadras de casa y me deja a pasos de la Asamblea. La Paz ya no es la ciudad tan ruidosa y contaminada que era. Tener el transporte público organizado y todo eléctrico la ha hecho mucho más silenciosa. Escuchas las risas de los niños o el canto de aves en pleno centro. Tener un transporte público eficiente hizo que se necesiten menos carriles, y ahí hay otro espacio verde ganado. Esta siempre ha sido una ciudad llena de peatones, pero ahora no es solo gente yendo y viniendo, sino disfrutando del aire libre. Hay viejitos sentados al sol. Muchos hacen deporte. Los niños juegan y pasean con sus animales. Respiran el aire sin sentir el olor de los motores de combustión, que ya son cosa del pasado.
Me encantaría salir yo también, pero tengo pendientes todavía varias reuniones. Recibiré a las mujeres productoras que pelearon contra la minería y defendieron sus cultivos de flores y frutos de los bosques. Vienen a verme desde el otro lado de las montañas, del este. Ahí, cerquita, están los increíbles bosques nublados de las montañas de la Cuenca Amazónica. Quiero saber cómo les está yendo y qué necesitan. Tras varias crisis económicas del viejo extractivismo, una mayoría del país entendió que el desarrollo verdadero, duradero, sostenible, es el que respeta la naturaleza y el que saca las oportunidades de su abundancia natural cuando está bien conservada.
Actualmente, tenemos economías bio regionalmente adaptadas, con comunidades tropicales de productoras de cacao, café y el açaí. Lo propio en el altiplano, donde hay creciente producción de fibra de vicuñas, alpacas, o de granos ultranutritivos como la quinoa. Todo apostando a la más alta calidad. Van mejor que nunca los vinos de Tarija, que están caracterizados como vinos en la altura. Ha sido nuestro trabajo pensar políticas que apoyen las producciones que respetan el ecosistema y la región para que puedan poner valor agregado en el lugar de origen y disfrutar los beneficios económicos. Para eso también ha servido la electrificación rural desconcentrada facilitada por las energías renovables y la nueva generación de baterías baratas y confiables. No se trata solamente de dinero sino de cohesión social: cuidar a los más vulnerables y que los más jóvenes, que así lo desean, puedan quedarse en sus pueblos sin necesidad de migrar.
Cierro el día y voy a la parada del bus eléctrico. Quiero llegar rápido a casa porque hoy ceno con mis papis. El menú es un pastel de quinoa que va a preparar mi hermano. Lleva cebolla, tomate, ají y condimentos que él trae desde su huerto. Cruzo la puerta y el olor al queso gratinado me hace sonreír. Ya está puesta la mesa y mi familia me espera.

Cecilia Requena Zárate
Senadora Nacional por Bolivia (Comunidad Ciudadana) y
activista por la naturaleza y la democracia. Licenciada en
Comunicación Social y Magíster en Gestión y Políticas
Públicas, con formación en la Academia Diplomática de
Bolivia y estudios en Harvard y MIT. Su trayectoria
combina experiencia en desarrollo sostenible,
transparencia, descentralización y relaciones
internacionales. Ha publicado artículos y editado obras
sobre medio ambiente y políticas públicas.
📩 ¿Querés recibir 1 relato por semana? Suscribite 👉
Este relato es parte del Proyecto “Un buen día”, conocé más aquí.