Ideas para fortalecer la comunicación y activar la participación ciudadana. Por Sergio Elguezábal, periodista y editor de radio y televisión argentino. Da conferencias y talleres sobre comunicación, ambiente y sustentabilidad.
Durante el encuentro semanal que tengo con mi equipo de periodistas para definir el sumario del programa y los podcasts que producimos para la Radio Pública de la Ciudad de Buenos Aires, suelo invitarnos a poner en palabras qué estamos sintiendo, antes de qué cosas estamos pensando, y qué estamos siendo, más allá del cargo que ocupamos, la profesión o el oficio que tengamos.
Es un ejercicio poderoso para ubicarnos en el presente. “Estoy siendo papá, estoy siendo vulnerable, estoy siendo fuerte a la vez, estoy siendo impermanente, estoy siendo dramático…”.
Eso les dije en el último intercambio. Y encontré de parte de ellas (casi todas son mujeres) otros sentires que siguieron caracterizando la diversidad a la que aspiramos. “Estoy siendo potente, estoy siendo ingeniosa”, dijo una de ellas. “Estoy siendo aprendiz”, dijo la que tiene más experiencia. “Estoy siendo una licuadora cósmica”, dijo otra llena de gracia.
¿Por qué hacemos eso? Para establecer el continente, un territorio firme que nos ubique en el escenario actual sin que nos tienten las agendas circulares de los medios tradicionales y cuyos enfoques, en la mayoría de los casos, nos dejan sin salida.
Poner en palabras aquéllo que estamos siendo resulta un acto meditativo. Un espacio de contemplación de unos 5 o 10 minutos para conectar con lo verdadero, con lo que realmente importa, siendo más genuinos para salir a buscar la multiplicidad de voces que nos nutren, las mejores perspectivas y los modos más adecuados de comunicar las novedades de una agenda renovada.
¿Y cuáles son las novedades que hay para compartir, qué hace falta anunciar?
La desaparición de especies y el calentamiento global son las circunstancias objetivas más graves que afronta la humanidad por los impactos que eso tendrá en nuestro estilo de vida.
La crisis socio ambiental que transitamos tiene múltiples variables que atender y a la vez representa una oportunidad de transformación inédita. ¿Nos estamos contando todo eso? ¿Aparecen frecuentemente las evidencias, los diagnósticos y todo lo que venimos haciendo en el plano personal y en las organizaciones donde intervenimos? ¿Le estamos dando el valor adecuado, la preponderancia que merece en los sumarios?
Si tomamos el registro actual que aparece en los medios convencionales (radio, diarios y televisión), todavía podemos encontrar acontecimientos irrelevantes ocupando valiosos espacios en desmedro de sucesos que marcan índices de la evolución humana relacionados a nuevas formas de hacer negocios, de consumir, de habitar y transitar los espacios, de curarnos o emprender vínculos apropiados, tan necesarios para fortalecer la trama.
¿Quiénes niegan el cambio climático?
Justamente aquellas esferas que ven amenazada su propia existencia creyendo que les será imposible evolucionar: amplios sectores de la economía y las finanzas, periodistas pagos por empresas cuyas actividades están centradas en el extractivismo (petroleras, mineras, agronegocio), los sectores más conservadores e iletrados de la política, lideres de compañías que siguen empeñados en un modelo insostenible que contempla exclusivamente el rédito y las ganancias.
Hay determinados ámbitos donde se cuestiona la gravedad y hasta la propia existencia del problema del cambio climático. En esos espacios se contradice a la ciencia y a los referentes de opinión que insisten en la necesidad de expandir el conocimiento, en la necesidad de cambiar y en que eso debe ocurrir lo más rápido posible.
La banalización del problema y la distorsión de los mensajes van de la mano de la falta de actualización y perspectiva que exhiben parte de los liderazgos entronizados en la función pública y en las empresas.
El mundo del cuidado vs. el mundo del consumo desbocado
Semejante negación tiene que ver con las dificultades para cambiar el modo de hacer las cosas, con intereses concretos que desean mantener privilegios alentando el mismo modo de organizar o crear que hace 50 años y por la vigencia de una mirada distorsionada de lo que significa progreso y bienestar.
El mundo del cuidado que se avecina se contrapone al mundo de la producción y el consumo desbocado de lo que sea, al desdén por el entorno y el bienestar de las personas.
La psicóloga Luciana Volco, una argentina que reside en la ciudad de Blois, cerca de París, señala que “la crisis de liderazgos en la política, la empresa y las organizaciones de gobierno, tienen una directa relación con el taponamiento de lo femenino para el acceso a puestos claves de decisión y que de este modo seguimos construyendo soluciones rudimentarias e inequitativas”.
La persistente desigualdad en los puestos de conducción y en los salarios, la implacable violencia de género y el desprecio por las cualidades intelectuales y la capacidad de reflexión grupal que tienen los distintos colectivos de mujeres para interpelar al viejo modelo, también le dan sustento a las narrativas negacionistas que atentan contra el verdadero desarrollo sostenible.
La comunicación insostenible
La desinformación sobre cambio climático (y otros temas más) dominante en la región que habitamos hizo que los medios de comunicación, y los periodistas en particular, hayan descendido dramáticamente en las preferencias de la gente.
Los lectores y las audiencias ya no nos creen. Por lo tanto, no nos elijen. Entre otras razones por la falta de capacitación, la pauperización de los salarios y una confusión evidente de los roles.
Un periodista no es un vocero de los gobiernos ni de las empresas que lo auspician. Los periodistas tenemos un contrato superior con la opinión pública. Las personas que nos leen y escuchan esperan de nosotros rigurosidad, moderación, algo más de coherencia y unas capacidades de comunicación que garanticen intercambios más suaves y equilibrados en la conversación pública.
Tenemos por delante el desafío del siglo: reconstituir las sociedades donde vivimos. Y es un reto transversal: incluye a la economía, a las relaciones entre los países, el mundo del trabajo, a la educación y a las instituciones.
El periodismo debe constituirse en el verdadero conector de las conversaciones ausentes, bregar por la comunicación impecable, por la escucha activa y, definitivamente, por la concordia. Pero no será posible sin antes darnos una interpelación histórica. Necesitamos discutir acerca de un periodismo regenerativo.
Aquel que acompañe, se involucre y colabore en la reconstrucción que viene. Que atienda nuevos planos éticos, morales y de responsabilidad socioambiental. Un periodismo que entusiasme y anime, que no se remita exclusivamente a la maledicencia.
Como enfrentar la desinformación sobre el cambio climático: aquí no hay tips
¿Hay una receta para enfrentar la desinformación? ¿Qué hago si me siguen mintiendo u ocultando lo que pasa?
Tengo la agradable sensación de que son épocas de valorizar la magia del “nosotros”, es decir, estar juntos, construir en presencia, poner el cuerpo.
Protagonistas dispuestos a pensar y sentir inédito. ¿Si estoy ahí, si soy parte, quién me la va a venir a contar? Además, si estamos juntos florecen los corazones. Con amigas y amigos, con encuentros casuales de almas, con hermanos, con hijos y todo. Una especie de gran familia que resuene en la idea de hacer, lo que sea, con amor y dulzura.
Para reafirmar y garantizar colectivamente todo aquello que anhelamos: una economía justa, la educación necesaria, el trabajo decente, las ciudades vivibles, las instituciones transparentes y la política sensata. Es tiempo de reencantarnos con la faena.
Este artículo es parte del Informe Anual 2024 sobre Cambio Climático: DESCARGALO GRATIS AHORA